El puterío en la Historia

cHaT rElAciOnEs

jueves, 10 de julio de 2008

Sie7e al compás

Creo que todo esto es porque estamos muy hartos de tó. No hablo de ti ni de mí, hablo de la especie en general. Yo creo que hace falta una guerra nuclear que purifique un poco el ambiente. Está sobrecargado. Mírate tú, hace tan sólo unos años te meabas en las bragas por irte a Londonpollas y ahora te cagas en ellas por volver. Sigues siendo la misma persona pero todo ha cambiado. Antes te meabas y ahora te cagas. Pero ahí sigues. Tú eres tú, aunque ahora no te reconoces ni tú. No te mueves, y aún así no te localizas. Joder, no me extraña que haya tanto loquero. Las cabezas son tope raras. Aquí, mientras, hace un calor de mil pares de cojones. Me ha salido un puto grano en el muslo izquierdo por la parte de atrás que parece el Krakatoa. Es por el calor. Habré sudado y me ha salido. Y eso que me ducho todos los días. ¿Pa qué? ¡Pa estar sano y lozano, ¿no?! En fin, no sé. Igual cojo un compás, lo pincho y me lo reviento. Yo tengo cojones para eso y mucho más. Lo sabes, ¿verdad? Anda que no me he reventado granos así. Y hasta cuando me salían en la puta cara en mis años mancebos. Qué tiempos de gallardía. Hasta de siete en siete. Empezaba por una punta de la cara y no salía hasta que no acababa por la otra. ¡Vaya que no jodía bien jodido a aquellos putos forúnculos con mi compás! Les metía la aguja hasta el fondo y luego me iba a hacer mis deberes de circunferencias con la satisfacción del deber cumplido y las cosas bien hechas. La redondez de la victoria se marcaba en la geométrica felicidad de mi sanguinolento rostro. Soy un súper macho, la verdad. Los tengo cuadraos, ¿no? Me estoy bebiendo una cocacola. Estoy harto de Internet. Este fin de semana igual vamos a Valencia. No te lo había dicho. La verdad es que no tenía muchas ganas pero Manu me convenció hace ya bastantes días aunque ahora Manu no tiene muchas ganas de ir pero yo ya me he comprometido conmigo mismo de que iba a ir o sea que ahora se ha de ir, se debe ir, no sé para qué pero se debe ir, le he dado mi palabra de caballero a mí mismo. Cuando uno da su palabra de caballero, sobre todo a uno mismo, se debe cumplir, si no, estás mintiendo o lo que es peor, mintiéndote, y mentirte es muy feo. Espero que al final vayamos aunque no tengo muchas ganas de ir al fin del mundo. Para mí salir de mi cuarto es como cruzar la línea del Horizonte. Esa línea que no se debe cruzar porque después de esa línea no hay nada, tan sólo un foso, un abismo, la caída a los infiernos. ¿Te imaginas que nos estrellamos y me muero? ¿Me llorarías? Qué fuerte. Volverías a Barcelona y yo ya no estaría. Estaría metido en un agujero con mi foto fuera clavada en una lápida. Igual hasta irías a verme. Me hablarías. Yo no podría responderte. ¿Te imaginas que un jumbojet pilotado por unos cuantos moracos kamicaces, amantes de la yijá islámica se les antoja pegársela contra el techo de mi Opel para ganarse el beneplácito de Alá a la altura de Castellón de La Plana? ¡Qué fuerte! Eso sí que sería fuerte. Saldríamos en los telediarios hablando bien de uno. Qué vergüenza. La verdad es que la muerte no me da miedo. Tiene su morbo saber si existe algo o no después de la vida. Igual la vida es la muerte y la muerte es la vida. Igual las cuarenta vírgenes no se las dan a los moros y sí a los cristianos. Si hay algo después de la vida te lo haré saber, ¿vale? Ya me las apañaré de alguna manera para hacerle la pirula a los impedimentos de carecer de cuerpo carnal pero te haré algún tipo de señal tranquila. Vamos, sin susto me refiero. No sé, ¿quieres que te escriba una palabra en el cristal del baño aprovechando el vaho cuando te duches? La clave será "Emilio". O sea, cuando salgas de la ducha tú mira siempre el cristal del espejo y si ves escrito "Emilio" o "Emi" porque igual me sorprenden los ángeles y no me dejan acabar, vete a saber -igual son como los profes del cole y me regañan por chivarte la respuesta-, pues que sepas que entonces hay algo después de la muerte. Bueno, no sé qué voy a hacer ahora. No tengo ganas de dormir pero tampoco tengo ganas de seguir en Internet y no tengo ganas de ver la tele ni de ver una peli ni tengo ganas de nada en particular, no porque esté particularmente mal, sino porque simplemente no tengo ganas. Sudando. ¿Sudar es como si llorara el alma, no? ¡Esta madrugada mi alma está triste. ¿Qué tendrá mi alma que nada le contenta? ¿Será nostalgia? ¿Será un grano?! En fin, que hace mucho calor aquí. Es agobiante y me entra mucha mala hostia. Igual busco en el armario entre mis bártulos escolares de antaño aquel compás de las maravillas y entro directo al grano esta noche de tristeza buscando sosiego para mi alma.

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